También conocidas como "Las Poquianchis", fueron cuatro hermanas nacidas en Jalisco, México a principios del siglo pasado; Carmen, Delfina, María de Jesús y Luisa, fueron responsables de la muerte y tortura de más de 80 mujeres jóvenes más o menos a mediados del siglo XX.
Hijas de Isidro González,quién trabajaba como "juez de acordada" vigilando durante toda la noche las rústicas y polvorientas calles montado en su caballo a falta de vigilancia policíaca,sintiéndose como amo y señor del orden, ejercía su poder paterno de forma abusiva y violenta mostrando claramente características del típico machista y alcohólico mexicano de esos tiempos. Por otro lado su madre era Bernardina Valenzuela, una mujer católica muy devota que les inculcaba a sus hijas el mismo amor y devoción ferviente al catolicismo, únicamente se dedicaba a las labores de hogar y criar y educar a sus 4 hijas, quiénes evidentemente crecieron en un hogar disfuncional y veían la opresión y la violencia como algo que formaba parte del día día... tanto que lo veían como lo normal.
Después de haber vivido unos años en una cantina con el hombre con el que tenía una relación, que despilfarró todas las ganancias de dicha cantina hasta llevarla a la quiebra, Carmen abrió un negocio de vinos y licores con dinero que había ahorrado de la cantina, su hermana Delfina abrió un prostíbulo en el que trabajaban jóvenes que ella reclutaba para trabajar como empleadas domésticas pero que finalmente eran engañadas y obligadas a trabajar en el prostíbulo donde llegaban soldados,policías y hasta autoridades municipales a disfrutar los servicios con regularidad. Por causas desconocidas dichos negocios tuvieron que cerrar pero Delfina, Carmen y las mujeres que tenían contratadas se trasladaron a otros locales en los que reinstalaron sus respectivos negocios nombrando al nuevo burdel como "Guadalajara de noche" en San Francisco del Rincón y también participó su hermana Luisa.
Como era de esperarse, muchas de las jóvenes esclavizadas se
terminaban embarazando: unas abortaban a escondidas, otras daban a luz y
entonces el bebé era asesinado y enterrado como basura, y otras morían en el
parto y eran enterradas con la misma falta de dignidad que los indeseados
bebés.
Al haber sido educadas bajo el catolicismo, las hermanas mantenían una doble moral, a pesar de no ver la prostitución como un acto de pecado sí encontraban otros actos como pecado. Solían espiar a través de rendijas u hoyos en las paredes, y
cuando encontraban “pecado”, aplicaban terribles torturas y humillaciones, y
como casi todos los días descubrían “actos inmorales”, casi todos los días
corría sangre, puesto que los castigos eran cosas como golpes con palos llenos
de clavos, quemaduras con hierros calientes, o pinchazos mientras la víctima
sostenía tres ladrillos (uno con cabeza, dos con las manos)… También había
restricción de alimentos, violaciones, palazos, latigazos e incluso
muchas eran asesinadas cuando ya no tenían atractivo físico o la enfermedad las
volvía una carga… En este contexto de castigo, tortura y muerte, José
Valenciano Tadeo y José López Alfaro eran grandes ayudantes, siempre dispuestos
a darle su merecido a aquella muchacha que osara intentar escapar.
Años después se empezó a perseguir a todo aquel que lucrara con negocios ilícitos como la prostitución así que las hermanas seguían con sus negocios con miedo de ser descubiertas. El 6 de enero de 1964, las Poquianchis se sentían cercadas
por la persecución policial y llevaron a sus esclavas al rancho San Ángel,
donde apenas habían tres cuartos. Si alguna intentaba escapar, la muerte le
sobrevendría de inmediato: esa fue la amenaza, pero el 12 de enero de ese mismo
año, Catalina Ortega escapó, llegó hasta la procuraduría de León, y denuncio el
cúmulo de atrocidades que cometían las hermanas González Valenzuela.
Tras recibir la denuncia, se envió un contingente encabezado
por el comandante Miguel Ángel Mota, antiguo cliente del Guadalajara de Noche…
Al llegar, detuvieron a Delfina y María de Jesús y las enviaron a la
procuraduría, donde fueron interrogadas, mientras los agentes inspeccionaban la
granja y encontraban los cadáveres de noventa mujeres, junto a muchos fetos
calcinados… Las condenaron a 40 años de prisión por cargos como esclavización, tortura y asesinato.
Finalmente y en lo que respecta a las muertes de Las
Poquianchis, estas fueron así: Delfina murió el 17 de octubre de 1978, cuando
unos albañiles arreglaban goteras en el techo de su celda y entonces, por una
distracción suscitada a causa de los gritos que ésta emitía a modo de quejas,
un recipiente lleno de cemento cayó en su cabeza, destrozándosela al instante;
María de Jesús, que se cobijó en la religiosidad tras su encierro, se
pasó vendiendo comida en el penal hasta que obtuvo la libertad y se casó con un
tal Antonio Hernández de 64 años, con quien vivió hasta morir de vieja a
mediados de 1990; y, por último, María Luisa simplemente apareció muerta en su
celda un 19 de noviembre de 1984, con el cuerpo siendo mordisqueado por las
ratas…
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